Sr. Director Diario CHilecito


Vaya con ésta mi repudio al acto vandálico dirigido materialmente al Director de Diario Chilecito, pero subliminalmente a todos los lectores del periódico. Nos sentimos agraviados cuando la impunidad se mezcla con la cobardía de ampararse en el anonimato, para crear en la sociedad la sensación de temor, y así evitar el ejercicio del derecho originario de pensar.
Sabemos que no es la primera vez que esto sucede y bajo ningún aspecto creo que seamos víctimas de estos señores.


No, las víctimas son ellos. Son víctimas de la incredulidad que les genera saber que mucha gente, sin bolsones, sin dinero, sin poder; generamos convicción. Sin estructuras magnánimas y solamente amparados en el apoyo que ofrece la verdad, sumamos adeptos. Sin codicias maliciosas y sin traiciones, seguimos adelante.


La oculta autoría de esta agresión nos confirma que quienes la hicieron se sienten perdidos, sin rumbo, sin juicio. Carecen de capacidad de convencer, de debatir. Son impotentes. No saben cumplir sus objetivos lícitamente y por ello dan rienda suelta a los demonios de la intolerancia. No nos han defraudado, sabíamos que así obrarían.


No somos cobardes, siempre fuimos de frente y públicamente. Tampoco somos ingenuos, no vamos a contestar una agresión con otra.


Solamente, debemos pedirles encarecidamente a quienes estén invadidos por ese impulso primitivo de provocación, que busquen ayuda, porque pueden estar sufriendo alguna patología común de quienes abusan del poder. Requerirles también, que sepan aceptar las críticas, por duras que parezcan, porque cuando hay argumentos, la verdad siempre triunfa.


Finalmente, advertirles compasivamente, que “ese” no es el camino.Fíjense, hace años mataron a Jesús por pensar distinto. ¡Dos mil años después, no han logrado acallarlo!

Muerte del Chacho - 12 de Noviembre - las ideas no se matan


La intolerancia, histórico defecto de los débiles con poder, fue motivadora de la muerte del célebre caudillo. Sarmiento imploró clemencia para que sus ideas no se maten, pero no la tuvo a la hora de pretender exterminar las ideas del caudillo. La muerte del Chacho fue ladina, cobarde, rastrera. Vergonzosa para quienes después debieron luchar con los fantasmas de ese crimen.
La muerte del Chacho fue inútil para quienes decretaron la guerra de policía.
La muerte del Chacho fue ejemplificadora para quienes sentados en la distancia del tiempo, imaginamos con horror su cabeza mutilada enclavada en una pica, con ojos abiertos irradiando la paz de quien ha ofrendado en su sangre el germen de la convicción idealista de no haberse humillado nunca.
Y finalmente Sarmiento en algo tuvo razón: hoy, en otro siglo, entregado, muerto, descuartizado, El Chacho estará sentado en su mísero catre, mirándolo, con un mate entre las manos y diciéndole “mis ideas tampoco se matan”.

Glosas de Felix Luna:

Se moría El Chacho.
Entre el segundo y el tercer lanzazo del mayor Irrazabal, el General pensaba:
Me matan… más no saben que a mi nadie me mata,
pues no soy una carne desgarrada que muere sino un mito que el llano de la rioja dilata.
Y la lanza iracunda que me asestan me hiere, pero también clausura con honor mi camino, me salva del olvido y de estos menesteres menores que me estaba imponiendo el destino: envejecer sin lucha, sin riesgos y sin gloria, en idénticos días de baraja y de vino.
Obstinada moharra que hoy me asciende a la historia, hoy 12 de noviembre frente al pueblo de Olta mis viejos huesos cesan, mas nace mi memoria.
Y las hembras que plañen mi minúscula escolta, ignoran que este día jerarquiza mis días: se que nazco a los siglos, lo demás… ¡qué importa!
Ahora cobra sentido mi vida toda entera, mi vida de pailero sin pausa y sin hechura
Y… todo lo ilumina la tacuara extranjera.
Ahora siento que todo por fin que ha terminado. Así nomás debían terminar estas cosas, es justo que tal sea.
Mi ciclo se ha cerrado el hombre pasa y muere la leyenda perdura: yo vivo desde ahora en coplas y consejas. Soy huésped de guitarras materia de ternuras y de cuentos que cuentan a los changos los viejos.
Yo me hubiera sentido torpemente humillado si no me araba el pecho la lanza collareja.
¡Ya acaban! ¡Ya el degüello!
La sangre numerosa: viejo rito del odio que en mi se perpetúa…
Y se cortó don Angel Vicente Peñaloza.
Lo lloró largamente una piadosa garúa