Querido Chilecito


Quienes habitamos este hermoso valle, muchas veces nos sentimos privilegiados del entorno en que estamos inmersos. Es más, nos sabemos poseedores de una gran riqueza que va desde el paisaje, pasando por su producción y continuando por su cultura.
El marco de un mítico Famatina nevado alimenta copiosamente pueblos de antigua data y plantaciones de los productos más codiciados en el mundo. Así, uva, vino, aceite de oliva, nueces, son mucho más asequibles en nuestro medio que en muchos otros lugares.
Nuestra idiosincrasia, amalgama genética de greda ancestral y sangre inmigrante, lleva marcada a fuego una religiosidad atractiva, manifiesta en la tonada esdrújula de raigambre aborigen.
El Santo patrono de cada comunidad esconde tradiciones centenarias, rituales incomprensibles para quien no confesa el diario devenir de la placidez pueblerina.
Y esta mezcla de vergeles del desierto con nombre indígena, más profundas religiosidades, se manifiesta con feligreses devotos, serviciales, hasta complacientes.
La resignación en miradas abatidas, pesadumbres que olvidan el donaire y someten el orgullo al padecimiento diario, resulta el lucro de insolentes aprovechadores del temple de nuestra gente. Durante mucho tiempo, esa sencillez presente en el riojano común, ha sido invadida por la falsa esperanza que plantean utopías de luminosos futuros a cambio de la devastación de la paradisíaca calma que a veces no apreciamos como merecida.
Pero una fuerza extraña (llámese despertar, bendición o hartazgo) develó las mentiras más despreciables, sacando a los pueblos del letargo de la sumisión.
Siendo estas fiestas un motivo de esperanza, guardo la convicción que no es un sueño vano creer en nuestras determinaciones esenciales. El numen de la historia ha germinado en evidencias indelebles, desarrollando en cada chileciteño, famatinense, riojano, el anticuerpo físico y espiritual para detener a quienes se consideran los utopos de un fin execrable.
Es por ello que esta Navidad quiero compartir con todos –los creyentes, no creyentes, gobernados y gobernantes- el sueño completamente realizable de un pueblo feliz, generoso y pujante. Un pueblo que haga gala de su idiosincracia serena, sin que ello signifique renunciar ni someterse a los ardides más bajos de quienes confunden cultura con reducción. Un pueblo al fin, despojado de los miedos inculcados por ostentosos gobernantes que tratan de arrodillarlo en lugar de engrandecerlo.
Que el Niño Jesús, el Qhapaq Inti Raymi, el Solsticio de Verano o el Año Entrante, traigan a cada uno la sabiduría necesaria para encontrar el camino de la prosperidad, de una existencia mejor, partiendo de nuestras raíces, disponiendo de nuestras vidas con compromiso y firmeza, para dejar a nuestra descendencia un planeta más habitable de lo que es hoy.

Un fuerte abrazo.

_Felicidades!!!


Vamos a la plaza!!!

El exhorto del himno de Chilecito, nos trajo a la plaza. Los esperamos!