Serenata en diciembre

Este Viento que baja en remolinos y me da, y me da, 
y estas luces que se prenden y se apagan, se prenden y se apagan.
¡Y venden y se apagan y venden y se apagan!
Y el helado muro que me acompaña tanto,
y las gentes, que pasan con su ternura a cuestas y siempre dejan algo que me sirve.
Y mi madre en la costa sentada, pequeñita, con el oído pegado a mi distancia.
Cómo pude caerme en este vaso y cómo salir de el.
Soy un hombre en los hombres
Y hemos matado la paloma blanca.
Con que cara voy a mirar a los niños bajo el sol.
Diciembre ya se va, con su sol sin fronteras hacia adentro hasta dorar el hueso, hasta doler.
¡Quien pudiera sentarse atisbar el otoño a la sombra de un pan!
¡Necesito alquilarme!
Aunque sea por un tiempo debo ir hasta mi madre.
Antes que se dé cuenta, que he demorado un hombre en hacer el mandado aquel me encargo.
Es tremendo como dura esta noche.
Y las luces entrando y saliendo de mi intimidad solamente vestida.
Debe ser espantoso estar colgado en una exposición, ¡Pobre Jesús!
Diciembre ya se va, y como se me notan las manchas del invierno y esta mano, la que siempre he dado, me duele enormemente, ¿Por qué será señor?
Diciembre ya se va, un cielo de campana musical a la verde tristezas de los muros.
Y una suave llovizna lava mis injusticias.
Ya puedo caminar, vuelvo a casa mamá.
No supe conseguirte el hijo que querías y esto que he conseguido, no sé si servirá.
Me entretuve queriendo a los hombres  enseñando a reír y aprendiendo a llorar.
No te me enojes mucho, no, te lo ruego escúchame mamá.
Yo sé, sí, yo sé que un día  un hombre que no conoceré, cantará una canción...haciendo un pan. 

Imar Callejas