Hablemos de Turismo

Para que las políticas turísticas tengan resultados visibles


Del error de crecer en estructuras parasitarias contra la virtud de legitimarse con la presencia multisectorial.






Hoy me atrevo a reflexionar sobre turismo, una actividad muy compleja, apasionante, de la que muchos hablan sin conocer herramientas precisas para ejecutar su desarrollo, generando expectativas erróneas.
Es como cualquier rubro, necesita de formación, estudio, inversión, políticas públicas, etc. porque compite con actividades y destinos que pretenden captar segmentos de público similares, en emisores similares. Cuenta con la dificultad extra de estar íntimamente ligado a políticas públicas
La historia turística contemporánea local, surge como una apuesta seria de los últimos 50 años, a partir del P.N. Talampaya. Con carencias legales, formales y estructurales superadas a fuerza de “ensayo – error” y mucha voluntad de los actores involucrados. Políticas públicas siempre discontinuas, tomaron Turismo como una actividad secundaria o de poco poder multiplicador. Recién los últimos años fue adquiriendo jerarquía dando creciente interés en los atractivos internos del país. El escenario era de poco desarrollo, sin especialización, con poca inversión.
Políticas estatales errantes fomentaron distintos tipos de asociaciones, fundaciones e instituciones intermedias como una manera de generar crecimiento, intentando que proveyeran el “know how” de un fenómeno que aparentaba ser pasajero. Se involucraron muchos actores, atraídos por la potencialidad del negocio. El estado nacional fue profundizando algunas políticas que como siempre, debieron ir sorteando la burocracia centralista.
El fenómeno se desplegaba puertas adentro. La mayoría de los productos turísticos pujaron por ser avistados como una real alternativa de crecimiento, enfrentando políticas de los centros emisores.
Las universidades e institutos fue adecuándose a la demanda de nuevos recursos humanos específicos y algunas provincias reivindicaron una actividad que se presenta hoy, absolutamente federalizada. Entre ellas nuestra provincia, donde la inconsistencia pública en la materia, ralentizó el proceso que otras supieron aprovechar competitivamente. Se logró solo desarrollar un proyecto sustentable y exitoso en una parte de Talampaya. Paradójicamente el único emprendimiento que no dependió de cooperativas, ni de la apuesta estatal local, vino de la mano de Parques Nacionales. Ello no significa que la provincia haya estado ausente o no tenga mérito en este desarrollo. Simplemente que el eje del mismo es empresarial con apoyo estatal y una fuerte inversión en infraestructura que se hizo evidente los últimos años. Surgió una genuina inversión turística en el Valle del Bermejo, que va consolidándose con los años.
El resto de los intentos, no maduraron. Quizá por la falta de capacidad para generar alternativas válidas. Chiflón, Los Colorados, Laguna Brava, Vientos del Señor; evidencian la nula sustentabilidad y el riesgo de perdurabilidad. El Parque de Sanagasta recibió apoyo insignificante dentro de una desproporcionada promoción en la oferta provincial.
En el mejor de los casos se buscó establecer estructuras parasitarias que beneficiaron a pocos. Justificados en el factor multiplicador de la asociatividad, el asistencialismo provincial, solo propició ineficiencia.
En contraposición, Chilecito quedó asociado al turismo receptivo merced a la participación multisectorial en la organización y ejecución de las políticas turísticas, mérito no menor del último gobierno municipal
El logro fue tomar la iniciativa desde la comunión de un sector privado inquieto, con alto crecimiento (poco planificado) de plazas, sorteando coyunturas adversas como el cierre de la Cuesta de Miranda y generando nuevas alternativas desde la necesidad, con una conjunción de nueva currícula universitaria, una visión estratégica de gran capacidad de diálogo, planificación vía Ente de turismo y el acompañamiento permanente del Consejo Deliberante.
Los actores privados fueron involucrados tanto individualmente cuanto de manera colectiva (en cámaras y asociaciones). En síntesis, lograron una mesa de debate permanente. Con una precisa determinación de prioridades en políticas turísticas en clima de consenso. Consecuentemente el turismo dejó de ser una mera declamación para instalarse como una política legítima de estado, aceptada y sostenida no solamente por el sector, sino vista con gran interés desde otras ramas de la actividad económica local como el comercio, la industria, el agro a las que se logró articular.
Ante este escenario, desde los altos niveles nacionales, se pudo advertir que Chilecito viene sustentándose y sosteniéndose con una política turística clara, sin eufemismos ni represetativismos vacíos. La prueba está en la permanente presencia del gobierno nacional para distintas acciones turísticas del Departamento. Se instala un norte para el resto de la provincia en la materia, vía promoción, accesibilidad, calidad, mejoras, crecimiento, que han sido la preocupación constante.
Hay pruebas objetivas del análisis realizado. La lucha a favor del Famatina dejó abierto el reto de conseguir y profundizar alternativas concretas a la justificación de “minería o atraso”, “minería o hambre”. De las actividades tradicionales, el agro y la industria agro industrial se muestran difusas, con brechas contextuales económicas y tecnológicas que las hacen poco competitivas, con escasez de recursos humanos, presos de la dependencia gubernamental.
El desafío por encontrar el equilibrio entre la subsistencia, el ambiente, la sustentabilidad del recurso y la abundancia de oferta, surge el turismo como la actividad más potente, con gran capacidad de generar riqueza en el corto plazo.
El camino ya ha superado los primeros escollos pero es menester aprender del resto de acciones, exitosas y fracasadas.
Todos, bien o mal, buscan colgarse de lo promisorio. Por ello hay que evitar la tentación de sobreponer la demagogia sobre el profesionaliismo.
Leopoldo Badoul

El Funcionario Funcional



Grande es la contradicción del funcionario que se enoja ante los reclamos de los ciudadanos.
En primer lugar porque él es un simple ejecutor de un mandato específico proveniente de los ciudadanos. Su trabajo está conferido por tiempo limitado y muchas veces ni siquiera producto de una elección, sino por el arbitrio del superior electo que ha confiado parte de la representación.
En segundo lugar, porque generalmente tratan de no hacerse cargo de los vicios de la facción que representan. Olvidan en ese momento su sentido de pertenencia que, contrariamente, es siempre ratificado en cada ocasión que necesitan hacer gala de gran imaginación para adular. No recuerdan las ornamentadas eiségesis que realizan de los relatos dogmáticos de la verticalidad que los acoge. Reniegan justamente del mismo acompañamiento que aplauden cuando se trata de demonizar al oponente.
El funcionario debe entender que, el pueblo, aún equivocado, es el soberano. No puede inferir que las insatisfacciones son producto de campañas en su contra. Tiene la obligación de ser respetuoso en las peores disidencias, puesto que el númen de la democracia es vivir en alternancia, consensuar en las permanentes diferencias, convivir con los más variados matices.
También debe hacerse cargo de las quejas que a veces son despersonalizadas, pero parecen caer en él y las interpreta como injusticias. Nada más errado. Él forma parte de un proyecto, de un equipo, se asume “partidario” y por ende es responsable. Así como arenga los logros de su congregación, es también como debe aprender a recibir mansamente los balances negativos, pues son la más transparente evidencia del sentir republicano.
Creyendo o seguro que las críticas son propiciadas por sus adversarios, es doble su responsabilidad. Debe recordar que en el momento de su asunción él (o ella) aceptó tácitamente las reglas del juego, entre las que se encontraba la oposición. Y en algún momento él también será o fue oposición.
Por último, no puede caer el funcionario en el simplismo de culpar a la política o a los intereses políticos escondidos tras de una queja. Es una redundancia mencionar tales intenciones sabiendo que su función es de naturaleza política, que su gestación es política y que la función pública es política. Y es partidaria, también, porque todos quieren mantener la membresía a algún partido que les dio la chance de llegar a cumplir el servicio.
Le queda si a todo funcionario, aprender de la historia, escuchar las críticas, calmarlas y propiciar la institucionalidad. Es bastante perfecto el sistema que los hombres saltean, trampean y alteran para conseguir prebendas. Prebendas éstas que poco o mucho tiempo más adelante alterarán cual boomerang sus gestiones.
Por ello, la garantía está en el aprendizaje, la humildad, las orejas abiertas y el saber contar hasta diez antes de agredir a un ciudadano que está implorando ser atendido… aunque sea en sus quejas.

IDENTIDAD A CIELO ABIERTO

Hay que analizar los pueblos para entender su identidad. Los hábitos, los lugares comunes, las fiestas. Entender por qué lleva años formar una tradición, que luego será identidad, idiosincracia, personalidad. El ADN de un pueblo no se construye por conveniencia de unos pocos, por el contrario, esa pretensión mezquina tiene un fracaso asegurado. O no interpretamos nunca la historia. El error común en que caen quienes se ven con una cuota de poder alquilado, es de pensar que somos autómatas de quienes obtienen respuestas parecidas a estímulos parecidos. Por ello el fracaso de la minería.