PASIVOS ÉTICOS:

En vez de agredir a los pueblos, los gobernantes deben recuperar la fe pública

Hablar de nuestros funcionarios públicos, nos genera sentimientos encontrados. Durante las elecciones aparecen como redentores y su sensibilidad llega a puntos conmovedores. Tristemente, esta condición viene con una fecha de vencimiento muy breve, caduca cuando ellos ganan las elecciones (o cuando pierden y se acomodan).
Una manera de comprender qué conmueve a nuestros pueblos está íntimamente relacionada con la percepción equivocada/interesada que adquieren los gobernantes y los aleja de la realidad. Caso la resistencia ciudadana a cierta actividad minera, que fue fomentada, moldeada y aumentada por los mismos que hoy se sienten agredidos por las demandas que los pueblos les hacen. Esto, en vez de montarlos en cólera, debería guiarlos mentalmente al fundamento de su actividad: ser sujetos del control que los electores hacen de su gestión en las cuestiones del estado, pues en ellos reside el poder que ostentan. El funcionario público tiene responsabilidades políticas, administrativas, penales y civiles que no debe eludir y los ciudadanos, tienen derecho a hacerlas cumplir.Hablar de “PASIVO”, implica la pérdida de un estado previo de “ACTIVO”Los reclamos sociales no son un invento de una coyuntura electiva, sino la consecuencia de muchas acciones desafortunadas que han ido socavando el “CRÉDITO” que los votantes daban a sus funcionarios como un cheque en blanco. Por ello no obtienen resultados los funcionarios que intentan ser ambiguos con su postura ante esta industria contaminante, como un Diputado Nacional que ahora sale con el conocido “¡No estoy de acuerdo, PERO si SÍ… ¡SI!”, como una manera de converger en el discurso impuesto desde el verticalismo con su jefe eventual (ex adversario político). Mucho más difícil le resulta al jefe. Él cimentó su cargo con una ley bajada de forma unánime desde su mismo verticalismo oportunista. Así, diputados provinciales le daban un NO rotundo a esa minería. Hoy alegremente, los mismos sometidos personajes, no encuentran justificación lógica para explicar que corporativamente borraron con el codo de la avaricia, lo que habían escrito con la mano de la esperanza de los pueblos. Para los ciudadanos, la gota que vació el vaso, era un acumulado de pasividades. PASIVOS AMBIENTALES de una curtiembre que hasta el día de hoy no remedia sus efluvios, de sistemas cloacales rebalsados, de aguas servidas en plena ciudad y en los ríos de los alrededores, de minas que nunca cerraron, etc. No pueden aducir que se “mete miedo” en una sociedad que ya, a esta altura, conoce de “gente” que ha padecido enfermedades gravísimas o terminales, malformaciones, abortos espontaneos, problemas respiratorios, etc. No se pueden tapar más los problemas de salud. Por ello es hartamente justificable una sociedad que no cree en el “…Pero si se da tal condición… SI” y sabe que, como ayer, las promesas de controlar a las mega empresas, son iguales a la retórica vacía, demagógica y conveniente que destrozó la ilusión. Saben que actuaron como “la zorra” cuando confiadamente la población les había ofrendado el gran ACTIVO del CRÉDITO en lo que pregonaban. Para recobrar mínimamente el recato, los funcionarios deberán imbuirse de humildad. En lugar de ofuscarse con la prensa o los ciudadanos que reclaman, deben esforzarse en usar la razón (no la astucia) para replantearse sus “funciones” como “funcionarios” del pueblo y no como “funcionales” a otros intereses. Vienen elecciones. El maquillaje del sentimentalismo social dejará el letargo y saldrá por los poros de estos cándidos candidatos, pero el electorado ya estará advertido. Para recuperar el CRÉDITO de los ciudadanos, será imprescindible que paguen esos PASIVOS ÉTICOS que han dejado y recién entonces habrán aprendido que la reacción de los pueblos no es temeraria, no es electoral, ni es demagógica: ¡ES DIGNA!.