Eslogan: Grito de guerra (slaugh: guerra - gheun: grito)


Ayer pensó que hoy, hoy no es posible: La vida puede más que la esperanza (Margo: Expósito/Portier)
Los argentinos, como otros habitantes de la tierra, fuimos muchas veces confundidos con campañas de información pública. En algunas oportunidades fueron frontales y en otras –la mayoría de las veces- encubiertas, apelando al inconsciente con “propagandas subliminales”. Al igual que un conocido experimento de propaganda de gaseosa en un cine, nos fueron transmitiendo lo que debíamos repetir como loros.
Nazco a la conciencia política con el final de la época militar. No teníamos esa pasión político-partidaria que ostentaban personas mayores con mucha convicción, pues entonces, pocos se atrevían a hablar de los partidos políticos.
Con el paso de los años, fueron incrustándonos violentamente en la ambición de unos pocos y cometiendo (o permitiendo que se cometan) miles de aberraciones en nombre de la democracia.
Lo que hasta ahora no habíamos conseguido era obtener como sociedad el juicio crítico necesario para valorar objetivamente los mensajes que nos llegan. Un pueblo tan adicto a los slogans, corre siempre el riesgo de ser confundido. Lamentablemente, el error se detecta a la distancia, cuando ya hemos padecido los efectos dañinos del engaño.
Asi, frases como los “descamisados” de Evita, “combatiendo al capital” de la marcha peronista, “los argentinos somos derechos y humanos” del gobierno militar, “Ahora Alfonsín” pasando por la “Revolución Productiva” de Carlos Menem hasta llegar al actual sobreactuado “argentinos y argentinas” que repite con esforzada emotividad nuestra presidente. Estas y muchas otras frases, tienden a fijar ideas en nuestro subconsciente, algunas positivas y otras fundamentadas en el infantil engaño de arrastrarnos detrás de una carnada.
Estos días recordábamos con tristeza cuando fuimos llevados de la nariz a convalidar masivamente una guerra insensata o a repeler odiosamente al último estadista argentino. Y si de frases se trata, hay otras que han calado hondo: “Veinte años no es nada” decía Le Pera. Veinte años no es nada cuando pretenden que tomemos el camino de la resignación ante la injusticia. Veinte años no es nada cuando pretenden borrar con el codo lo que han escrito con la mano. Veinte años no es nada cuando busca gozar de la impunidad el gobernante abyecto.
Veinte años, es mucho, cuando vemos que la vida se le fue de un suspiro a Raúl Alfonsín, que fue recién comprendido en los postreros honores. Cuando muchísimos ciudadanos sentimos que el día estaba húmedo de lágrimas por no haber entendido en vida el mensaje de un estadista.
Pero de nada sirve todo lo acontecido, si no hemos aprendido a hurgar en el sentido de las palabras para descreer de aquellos que nos venden el buzón.
Hoy, toda la propaganda mal intencionada, de intereses no claros y de resultados más que opacos, está dirigida a la gran minería. “Minería Responsable” dicen unos. “No vamos a permitir que dañen el medioambiente” dicen los mismos. El refrán es sabio: “dime de qué te jactas TE DIRÉ DE QUÉ ADOLECES”.
Por eso “el pastor mentiroso” cae y se aterra cuando pecibe la firmeza de un susurro espontáneo que se va masificando y se convierte en alarido por la significación de su contenido: EL FAMATINA NO SE TOCA .
Nuestra sociedad no va a esperar que sea tarde, no quiere creer en bonitas frases de campaña. La gente está dispuesta a terminar acompañando esas convicciones honradas con votos limpios.
El mensaje es pensar a la distancia, en los años venideros. El mensaje es no tener que esperar 20 años para darnos cuenta que el pastor mentiroso nos ha contaminado de pie a cabeza y salir llorando a una plaza gritando “nunca más”.
El mensaje es creer que el arco iris simboliza mejor que nunca la esperanza ante un día gris, húmedo de lágrimas.

Leopoldo J. Badoul