Por quien doblan las campanas...

En la víspera de un nuevo aniversario de Famatina se intentó una nueva avanzada para “doblar” la decisión de un pueblo comprometido. Días atrás corrió el rumor que intentarían encontrar un motivo más para desacreditar a quienes les impiden la concreción de sus destructores anhelos: culpar a los “vándalos ambientalistas” del desmantelamiento de un campamento. Burlaron la barrera donde los soberanos habitantes decidieron limitar la entrada a personajes no gratos. En Peñas negras sus declamaciones servirían para demostrar una vez más el crepúsculo de su soberbio autoritarismo, el vil desprecio por la autodeterminación de los pueblos. Esto lo han ostentado siempre.
El golpe metálico no fue un tañido. Rompiendo las cadenas de la barrera quebrantaron el débil eslabón que sostenía la paciencia de habitantes hartos de agravios.
Sobraron los testimonios. Mujeres golpeadas, una cámara grabando, fotos tomadas y para sostener completamente la prueba de la agresión, un actuario-funcionario dio fé… de su propio autoritarismo.
De chicos nos decíamos que el que golpea a una mujer es un maricón. Llamar así a esos personajes, es agraviar a los maricones. Son seres poseídos del pensamiento más íntimo de la tiranía que se pretende imponer a quien piensa distinto. Son hijos de pusilánimes resentimientos exacerbados por la iracunda cobardía de golpear al más débil, a escondidas y cuando es menos numeroso.
Patadas, vapuleos y manoseos tañeron cual graves campanas en las costillas indefensas mujeres e inmediatamente golpearon sobre la buena fe, la esperanza y la convicción del pueblo.
Posteriormente los violentos quisieron ser víctimas. Fueron llorando como cocodrilos ante la autoridad policial, mientras el pueblo se congregaba para demostrarles que no había prendido el ardid, que sus bajos instintos no tenían asidero dentro de la integridad social de Famatina.
Las campanas se utilizan desde antiguas épocas para dar mensajes a los pueblos. Su sonido, acerca los pueblos a Dios y por ello en Chilecito la Virgen apareció en su Campanario. Se tocan de manera distinta según para qué sea el llamado: “repique” para fiesta, se “doblan” cuando murió alguien. Fueron usadas en para advertir la llegada del enemigo, también las usan los animales para guiar la manada.
Esa tarde, un tañido alarmante, lúgubre trajo el llamado soberano. La gente interpretó este “toque de fuego”: Una piara de endiosados había embestido sobre la virtud de la tierra. Habían intentado vejarla ultrajando el honor inmaculado de su benevolencia. Despertó de su letargo el digno sentimiento de extirpar cualquier amenaza contra la vida.
Famatina acudió una vez más, en este caso para cerrar un candado moral en rejas inviolables donde se autorecluyen los déspotas.
Cientos de personas rodearon a los intrusos advirtiendo la injusta diferencia del calabozo físico cuando es para Juan o cuando es para los notables acomodados.
No obstante, el miedo, licencia inseparable del cobarde, se apoderó de los intrusos y debieron someterse a la prisión de la entereza a que los había condenado toda una sociedad. El ocaso se les hizo noche y después madrugada. Sucumbieron ante el murmullo de un verdugo incorrurruptible e invencible. La convicción de los famatinenses acompañó los ateridos estertóreos de sus mezquinas esperanzas. No hacen falta dádivas, elecciones, consulta popular ni otras astucias. La postura de los pueblos ya está legitimada con hechos redundantes a favor de lo que necesitan y en contra de lo que no quieren.
A su prisión no llegó el sonido del metal de sus anhelos. Tampoco era el tañido de la Orden del Desertor de Campanas. Este sonido aterrador caló hasta sus huesos y temblorosos se desplomaron.
¿Por quién doblan las campanas? Hoy las campanas no doblan, ¡Repican por el Famatina!